miércoles, 20 de junio de 2012

Animarse a emprender en la austeridad

Ejemplos de personas de bajos recursos que -gracias al apoyo de ONG y empresas- consiguen pegar el salto a la autonomía. Una nota interesante publicada en La Nación para reflexionar sobre las oportunidades y animarse a dar el salto.

Josefina teje todos los días. A dos agujas, al crochet, teje en su casa, en el colectivo, de día, de noche. Desde los 8 años, cuando aprendió corte y confección, ella teje. Nada la detuvo: ni la artritis en sus manos diagnosticada en su juventud, ni la operación en su cervical.

A sus 62 años, abuela de 5 nietos, decidió salir de su casa, transformar su nombre en una marca y armar un microemprendimiento. "Tejo al crochet ropa para las muñecas, sacos de lana a dos agujas, bordo y agrego puntillas a las toallas pero lo que me encanta hacer son las carpetitas", dice Josefina vecina de El Talar -partido de Tigre, provincia de Buenos Aires, donde arma en su taller -es decir, su casa- los tejidos para luego venderlos en la feria barrial los fines de semana.

Josefina es una de las tantas personas que en nuestro país se animan día a día a iniciar sus propios negocios y que muchas veces necesitan la mano de alguien que los guie en determinadas etapas del emprendimiento. Como María Miranda, que comenzó hace 20 años fabricando ropa en la localidad bonaerense de Vicente López, y hoy los productos llevan su nombre.

"Aprendí junto a la gente de Proem -Fundación Proyecto Emprender- cómo armar mi sitio para promocionar las cosas en Facebook, inscribirme al monotributo, sacar un costo, entender que necesitaba contratar a una persona para que me ayudara en el taller, que por más que quisiera sola con todo no podía", explica orgullosa María Miranda, quien forma parte junto con Josefina del Club de emprendedores de asociación.

Desde Córdoba capital, María Cecilia, trabajó en relación de dependencia hasta los 42 años tras que, al tener a su segundo hijo con discapacidad, la echaron. La necesidad y el optimismo hicieron que saliera adelante. "Me aferré a lo más importarte que tenía: mis conocimientos en química industrial y mis hijos que dependían de mí. Y me inventé un trabajo, empecé a fabricar geles corporales para uso medicinal", asevera María Cecilia.

En los primeros años María Cecilia dice que caminaba por todo Córdoba para ofrecer los productos. "Con la venta de los primeros geles compré más materia prima. Vendía muy poco, porque era difícil competir con las grandes marcas. Era todo muy casero: hacíamos las etiquetas, comprábamos los envases más económicos, todo a pulmón", comenta la productora de "Charmecos Cosmética Artesanal".

En 2010, María Cecilia ganó el premio Citi - Avina-La Nación al Microemprendedor y pudo equiparse de material para seguir con la pyme. "Ya tenemos más de 90 productos entre geles y cremas corporales y faciales -dice Cecilia-. No fue fácil, pero logramos que la gente del barrio nos reconozca y nos elija."

No estaba sola
Por su parte, Analía no sabía cómo seguir adelante con su proyecto Telares Urbanos y se acercó al programa Nuevos emprendedores de la Asociación Civil Inicia. "Me encontré con un montón de emprendedores de diferentes rubros, que estaban en la misma situación que yo, y sentí que no estaba sola -dice Analía-. Así, me capacité, me otorgaron un crédito con el que compré materia prima y me dieron ese empujón que uno a veces necesita para soltarse y jugarse por lo que uno quiere. Y hoy, dejé la docencia en las escuelas y me dedico a dar clases de tejido en mi taller y a vender los productos en ferias barriales".

Muchas veces un microemprendimiento que comienza con una sola persona se transformar en el sostén de otras. Tal es el caso de Tiburcio, en el barrio Bella Vista de Rosario, provincia de Santa Fe, que junto a sus seis hermanos en 2001 armaron "Promotores Ambientales GEMT", una fábrica de reciclaje de residuos con lo que producen polietileno y polipropileno.

Tiburcio recuerda la madrugada que fue el punta pie para cambiar su vida. "Estaba en la calle, con mi carrito cartoneando -desde los 6 años que lo hacía cuando vino de Chaco con su familia- quebrado económicamente, tenía dos hijos y mi mujer había fallecido hacía poco. Me largué a llorar y dije que esto no era lo que yo quería".

Hoy la empresa ya es una "cooperativa de trabajo que beneficia directamente a 12 familias y de forma indirecta a otras 500. Además con la cooperativa se armaron 10 microemprendimientos más, como un comedor comunitario", comenta Tiburcio perteneciente a la comunidad Toba y ganador del Premio Microemprededor 2011.

Por su parte, Oscar tiene 37 años, es oriundo de Santa Fe capital -pero reside en la ciudad de Mar del Plata-y también emprendió un proyecto relacionado con el reciclado de residuos: Ecobloque. "Desde los 16 años que cirujeaba en el basural conocido como La quema, y un día conocí a Fernando, que es arquitecto, y me ofreció trabajar con él para cambiar las condiciones de vida de la gente del barrio armando casas. Sabía algo de reciclado y me largué a emprender Ecobloque, fabricamos ladrillos que sirven para construir viviendas, hechos de residuos de plástico con piedra granítica", explica Oscar y añade que ya construyeron 9 casas con este sistema en los barrios Monte Terrabusi y Santa Rosa del Mar.

Producto terminado
En la localidad de Saladillo Norte, provincia de Buenos Aires, Alejandra pudo aprender un oficio gracias al Taller de costura y tejido "Nuestras Manos" de Cáritas. "Tengo una máquina de coser y arreglo ropa en casa. Además, nos juntamos con las mamás del taller todos los días y con los retazos de tela o de lana que recibimos de donaciones hacemos mantas tejidas, alfombras para baño, ecobolsas -relata Alejandra-. Es muy gratificante ver después un producto terminado en la vidriera de un local y decir, ?mirá esto lo hice yo', no lo podés creer".

Tanto Tiburcio, Oscar como Alejandra vivieron momentos difíciles donde el cirujeo, el cartoneo y las changas les permitieron salir adelante. "Vivía prácticamente tirado en la basura. Hoy pude hacer mi casa, mis hijos van a la escuela, puedo dar trabajo. Hay que animarse, las puertas siempre están abiertas para poder cambiar".

Y Tiburcio remata: "Todo es posible, no hay que aflojar. Yo tengo hasta cuarto grado de la escuela y logré ser útil para la comunidad".

Fuente: Diario La Nación

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