jueves, 16 de febrero de 2012

La cultura del trabajo ¿un valor en extinción?

Desde la idea de "laburo" de nuestros abuelos a los tiempos de las "changas" de los jóvenes hoy. Los cambios económicos y sociales han ido mutando las prácticas e ideas sobre el trabajo. La pregunta hoy es ¿la cultura de trabajo es un valor devaluado?. Compartimos un breve artículo publicado en vida positiva donde plantean algunos puntos para pensar.

Los nuevos tiempos han incorporado sus pautas laborales que han desplazado parámetros anteriores. Así, la cultura del trabajo parece haber quedado debajo de la alfombra. Mientras que en la década del ´90 la desocupación hizo mella sobre las clases populares, en la actualidad varias generaciones se han educado en familias en las cuáles sus padres y abuelos nunca han ingresado al sistema laboral. El 'vivir de changas', el trabajo en negro o bien la desocupación fueron y son el modelo imperante de millones de niños que al alcanzar la adultez no incorpora el trabajo como valor.

En antaño quedó el modelo de los inmigrantes de principios del siglo XX que progresivamente construían con esfuerzo y sacrificio su vida social, económica, familiar y laboral. ¿Qué ha sucedido con los valores que imprimía la cultura del trabajo? ¿Cuáles son los nuevos parámetros? ¿Cómo contribuyen los sectores públicos y privados a recuperar la vida laboral?

El análisis quizá debería centrarse en cómo es abordado en la actualidad el valor del trabajo desde la sociedad, el estado y el sector privado. La Lic. Marisa Failla de García Remonda, Presidenta de la Fundación de Inclusión Social Sustentable, considera que el trabajo ha perdido su sentido ético . 'Hay que devolverle al trabajo su sentido ético para poder emprender acciones concretas que promuevan la toma de conciencia sobre el verdadero significado de la cultura del trabajo. Es necesario ubicar el trabajo como un factor de dignificación del ser humano, una dignidad construida con esfuerzo, dedicación, compromiso y responsabilidad'.

Entonces, el concepto de sacrificio, ¿debería reconstruirse? El progresar de a poco y paso a paso, ¿es un proceso evolutivo de otra época? Quizá la mejor forma de comprender el concepto sea establecer que el valor trabajo no es un medio de vida sino un modo de vida. La inclusión laboral implica no sólo la dignificación de un ser humano, sino una vocación, la forma más legítima de progreso y un modelo educativo eficaz para las nuevas generaciones.

Así, lo demostró en la Argentina la oleada inmigratoria de principios del siglo XX. Esta generación de italianos y españoles que llegaban al país, y que en muchos casos llegaban solos dejando a sus familias en sus países de origen, no sólo apostaban por un destino personal sino que reivindicaban valores colectivos como la construcción de una nación. No exigían inmediatez sino un proyecto a largo plazo, no creían sólo en sí mismos sino en el trabajo en equipo y tenían la sabia paciencia de los que se sacrifican día a día. Si faltaba el alimento no dudaban en plantar su quinta o mancomunar esfuerzos entre familiares, amigos y vecinos, La noción de lo colectivo y de una actitud productiva era una constante en su día a día.

El ejemplo más representativo de este modelo quizá sea el de los ferrocarriles. Las compañías de origen inglés y francés le imprimieron a la Argentina una cultura del trabajo que unió el país entero a través de cada estación de tren que lograba el desarrollo social, productivo, cultural y económico de innumerables pueblos del interior del país. Cuando el ferrocarril pasa a manos estatales, el fin fue inevitable, y con este desenlace muchos de aquellos sitios cayeron en la línea de pobreza y jamás llegaron a recuperarse plenamente.

Entonces, si para hablar de éxito laboral en la Argentina debemos apelar a viejos tiempos, ¿qué le sucedió con las nuevas generaciones? ¿Por qué para hablar de progreso tenemos que volver al pasado? La Argentina, en ese sentido es un caso notable, para hablar de un futuro próspero habría que volver a las fórmulas de principios del siglo pasado.

Lograr que las nuevas generaciones se eduquen en torno a la cultura del trabajo es un valor fundamental para el progreso de un país. No sólo alcanza con disminuir el desempleo sino que los jóvenes deberían ser capaces de creer y luego poder vivir una vida laboral en la cual la paga no sea la única motivación, sino incorporar al trabajo como un valor cultural imprescindible para el desarrollo humano.

Pero quizá no sólo la sociedad civil sea la única responsable. Si el Estado se muestra deficiente en su propia estructura laboral o si los sindicatos en lugar de dignificar al trabajador operan para 'alcanzar el poder' o bloquear diarios, la cultura del trabajo como objetivo se hace invisible.

Entonces, el ciudadano deberá ser quien tome las riendas para recuperar un valor que dignificaba y hacía del país un lugar en el cual el sacrificio era el único vehículo del progreso.

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