domingo, 16 de septiembre de 2012

Jóvenes bajo presión

Especialistas opinan sobre las exigencias que los adolescentes sufren en la actualidad. Los chicos priorizan derechos como la educación de calidad, el trabajo y el acceso a la vivienda. Compartimos este artículo publicado en el diario La Voz del Interior para seguir reflexionando sobre la juventud.

El debate en el Senado de la Nación sobre un proyecto de ley que habilitaría el voto optativo para los chicos de 16 y 17 años y el revuelo en una escuela de Villa General Belgrano, a partir de una expresión de rechazo sobre una muestra de Evita de un alumno de secundario, puso en discusión el rol de los jóvenes en la sociedad actual.

En general, los interrogantes giraban alrededor de la cuestión de si los chicos son suficientemente maduros para asumir la responsabilidad del voto, si están capacitados, si tienen interés. Sin embargo, una discusión más exhaustiva hace surgir rápidamente los problemas de fondo que hoy afectan a esa franja generacional, como la violencia, la exclusión, la baja calidad educativa, el desempleo, la precariedad laboral, las adicciones, el consumismo, las presiones exitistas, entre otras.


Quiénes son los responsables de esta situación es una pregunta que requiere tratamiento particular.

Un grupo de especialistas consultados pone de relieve todos aquellos aspectos que exigen a la juventud cada vez más responsabilidades, pero que a la vez los excluye, generando así una presión social difícil de sobrellevar por muchos de ellos.

Los jóvenes también opinan en esta discusión que los tiene como protagonistas.

Madurez. ¿En qué momento deja uno de ser adolescente y pasa a ser una persona madura? Es una de las preguntas que surge al discutir sobre los derechos y obligaciones que alguien adquiere al vivir en sociedad. Para los especialistas, no es fácil establecer una categoría, ya que varía según las características propias de cada ser.

Para la médica especialista en adolescentes Juana Presman la madurez es un concepto amplio y que requiere contemplar varios aspectos. “Hay adolescentes maduros para algunas destrezas sociales o académicas pero inmaduros en cuestiones afectivas o para registrar lo que ellos mismos sienten”, afirma.

Presman señala que la adolescencia como etapa incluye una década, desde los 10 a 20 años y se supone que es una etapa de maduración. Desde el punto de vista del desarrollo físico-ponderal y neurológico, la maduración se alcanza a partir de los 18 años o 21 años.

La adolescencia se divide en temprana, media y tardía, y en cada etapa se van adquiriendo nuevas destrezas, capacidades y conciencia moral.

“Los adolescentes sufren presiones de la familia, la escuela, el deporte y la sociedad de consumo no muy distintas a las de los adultos. En general es una etapa bastante relajada, aunque no para todos, ya que algunos deben trabajar o mantener a sus hijos”, agregó la médica.

Durante la juventud muchas son las exigencias que los chicos atraviesan y no siempre son superadas con éxito. En parte dependerá de la contención y orientación familiar, escolar y social que encuentren.

“En los adolescentes vulnerables por distintas causas, las presiones ocasionan conductas de descarga como el consumo de sustancias, trastornos de alimentación, depresión y suicidio”, explicó Presman.

La actividad sexual es otro de los problemas si no están informados y contenidos por las instituciones educativas, sanitarias y también la familia. En ese sentido, Presman sostiene que “la educación sexual, en general, es deficiente en Argentina” aunque admite que mejoró desde 2003 gracias a políticas de Estado.

“Los chicos no conocen o no saben usar los métodos anticonceptivos. No hay suficientes adultos entrenados y el Estado todavía no se ha organizado lo suficiente para el acceso a esa información, pero hubo grandes avances a partir de la ley de sexualidad responsable”, reflexiona Presman y agrega que “otras veces se trabaja sólo el tema anticoncepción y no el del placer, el encuentro y la profundidad de una relación amorosa”.

 Educación para algunos. “Escuela” es una palabra clave cuando hablamos de niñez y adolescencia. Pareciera que esta institución cada vez debe abarcar más espacios que la familia y el Estado no cubren hoy en día.

 “Creo que la escuela cumple un rol central en el proceso de socialización de nuestros jóvenes. Proceso que en otros tiempos compartía mucho más con la familia, pero del que ésta se ha ido desplazando”. Este concepto, vertido por el profesor de secundario Mariano Oscar Acosta, es compartido por muchos docentes, psicopedagogos y profesionales de la educación.

Los problemas que los adolescentes sufren son más y son nuevos, afirman los especialistas.

“Hoy, como nunca antes, los jóvenes sienten que su espacio es invadido por adultos que de adultos tienen solamente la edad, por un mercado que los ha convertido en segmento predilecto y por un sistema que, al mismo tiempo, los excluye fuertemente”, sostiene el profesor de Arroyito.

Este sistema, que por momentos habla de ampliar derechos cívicos a los jóvenes de 16 y 17 años, a la par olvida que gran parte de ellos no está dentro del sistema educativo.

“Según los indicadores de rendimiento escolar del Ministerio de Educación de la Nación (año 2011), los jóvenes entre 16 y 18 años tienen una tasa de promoción efectiva que indica que entre un 20 y 29 por ciento de los matriculados en un año de estudio (cuarto año del ciclo orientado) no se matriculan como alumnos nuevos en el año de estudio inmediato superior el año lectivo siguiente. La repitencia en estos mismos alumnos llega casi al 12 por ciento promedio en el país y el abandono en esa misma franja etaria llega al 17 por ciento promedio”, señaló el profesor Acosta.

 Luego del secundario, ¿qué? Sólo el 43 por ciento de los argentinos que cursa el secundario lo termina en los plazos establecidos. Sólo la mitad de los que ingresan accede a ese título, según datos del informe de la Unesco Global Educative Digest, de 2010.

 De este 50 por ciento, algunos intentan insertarse en el mercado laboral, una tarea difícil por su nivel educativo básico y sin experiencia previa, y otros deciden seguir una carrera terciaria o universitaria. En esta decisión también se encuentran desorientados y sin un rumbo claro de qué es lo que quieren y cuáles son las necesidades y oportunidades para profesionales en el mercado laboral.

Esta situación es estudiada y abordada por profesionales de la Universidad Nacional de Córdoba, que desde el Programa de Ingreso de la Secretaría Académica desarrollan el proyecto “La UNC va al secundario”.

“Si analizamos las carreras de la UNC en las que se preinscribieron los jóvenes cada diciembre durante los últimos años, aparece un dato elocuente: el 50 por ciento de las preinscripciones está orientada a cinco de las 84 carreras que se cursan en la Universidad: Abogacía, Ciencias Económicas, Medicina, Psicología y Arquitectura. Se dejan de lado carreras que nuestro país considera prioritarias. ¿Qué responsabilidades nos caben a los adultos en esa elección?”, se pregunta la psicóloga educacional María Elena Duarte, quien integra este equipo.

 Desempleo y precarización. Aquellos jóvenes que deciden buscar un empleo comienzan a recorrer un camino difícil, ya que sólo conseguirán su objetivo menos de la mitad de ellos.

 “Tomando a los jóvenes entre 18 y 24 años, se observa que un 31 por ciento estudia, otro 31 por ciento trabaja y 12 por ciento estudia y trabaja; sin embargo, el 26 por ciento no estudia ni trabaja. Este 26 por ciento debe ser matizado, porque 16 por ciento corresponde a jóvenes desempleados (es decir, buscan activamente un trabajo), mientras que 10 por ciento son jóvenes “ni-ni”, o sea, no estudian, ni trabajan, ni buscan trabajo. Estos jóvenes son los excluidos”, explicó Jorge Colina, economista y jefe de Investigaciones de Idesa.

Colina explicó que las mayores dificultades o presiones que encuentra un joven al querer incluirse en el mundo laboral es la falta de experiencia en la búsqueda de un empleo y en el desempeño dentro de un puesto.

“Esto se ve severamente agravado por el diseño de la legislación laboral que impone a los empleadores la obligación de cumplir, cuando contrata un joven, con las mismas obligaciones que debe cumplir con los adultos, por lo tanto, dada la falta de experiencia del joven, los empleadores naturalmente se inclinan por los adultos. De aquí que los jóvenes tienen pocas oportunidades y cuando encuentran una, en general es de mala calidad (bajos sueldos, “en negro”, precarios). Si, además, el joven tiene secundario incompleto, los inconvenientes laborales se multiplican”, confirmó Colina.

 Jóvenes son los de ahora. ¿Los jóvenes “de antes” eran más maduros? La historiadora Mónica Ghirardi desmiente que se pueda generalizar acerca de los adolescentes y compararlos en el tiempo.

 “No se puede hablar de los jóvenes antes y ahora porque todo tiene que ver con el estatus social, el origen familiar, las circunstancias de la vida”, enfatiza. Por otra parte, agrega que, desde el punto de vista potencial, tanto los chicos de ayer como los de la actualidad estaban capacitados para tomar decisiones, como por ejemplo votar a los 16 años, aunque el rol de la educación es central para la formación.

No obstante, Ghirardi explica que tiempo atrás la expectativa de vida era menor, por lo que los jóvenes tomaban decisiones de vida antes de lo que hoy se considera adecuado.

 “En el pasado, los tiempos de la vida eran más breves. Era más breve la infancia, inclusive no se hablaba de la adolescencia como concepto y se era viejo a los 50 años. Al alargarse la expectativa de vida, las etapas son más largas y se van modificando”, concluye.

Fuente: La Vozdel Interior. María del Mar Job (Especial)


 

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