- No juzgar
a las personas antes de conocerlas
- En un
conflicto o problema escuchar siempre las diferentes versiones que existen
- No hacer
de los defectos de los demás motivo de burla
- Cada uno
habla desde la parte de realidad que conoce
- Cuando no
sabemos de algo tenemos que animarnos a pedir ayuda
EL LOBO
DIFAMADO
Había una
vez un lobo que vivía muy tranquilo en el bosque, en donde todos los animales
eran felices y lo respetaban y querían, luego de haber sido elegido por
unanimidad como el sucesor del león que había fallecido de muerte natural.
Estaba muy
tranquilo durmiendo la siesta en su casita, cuando de pronto escuchó algunas
pisadas por entre las hojas del jardín y un canto algo ensordecedor que hizo
volar a los pájaros de los árboles.
Se levantó
para ver quién estaba usurpando su territorio con la intención de explicarle
que era propiedad privada y que además con sus gritos estaba molestando a los
animales que habían tenido una mañana de trabajo muy ardua. Miró por la ventana
y solo alcanzó a distinguir una silueta que saltaba, cantaba, mientras pisaba
algunas flores y arrancaba otras de los arbustos y canteros que tanto le
gustaban al lobo. Cuidarlos era parte de su terapia del fin de semana junto con
el yoga.
Decidió
entonces salir al jardín para hablar con este personaje y al asomarse a la
puerta vio a un ser humano con la cara tapada por un gorro, lo cual le hizo
sospechar. “¿Porqué llevará esa capucha, qué necesidad de ocultarse tendrá?”.
No obstante
dado que era muy valiente y su misión era velar por el resto de los animales,
se acercó educadamente y le preguntó qué estaba haciendo en su casa.
Era una niña
muy aguda y despierta, quien le respondió que su mamá estaba enferma, que
estaba buscando flores para su abuela por encargo y que además debía alcanzarle
una canasta con comida.
El lobo
entonces recordó quién era la niña, una pequeña bastante conocida por su falta
de límites en la casa, según le habían contado, complicada en el colegio y
desobediente. Le hizo otra pregunta: “¿Porqué has elegido este camino que es
más largo para ir a lo de tu abuela?”. “Porque es más lindo y tiene más flores
para arrancar y llevarle de regalo, pero no le digas a nadie, mi mamá no me
deja venir por acá” le respondió. Y dado que el bosque era peligroso, decidió
acompañarla.
El lobo se
adelantó un poquito y logró hablar con la abuela. “Miré”, le dijo la abuela,
“Yo no puedo más con esa chica, haga lo que a usted le parezca, me voy a tomar
el té con mis amigas, hoy es tarde de bridge, se la dejo, póngala en vereda”.
El lobo entones se puso la ropa de la abuela pensando que el mensaje iba a ser
mejor recibido si se hacía pasar por ella y se acostó en la cama.
Cuando la
niña llegó, primero le pregunto por su gran nariz, que bastante acomplejaba al
lobo. “Es para olerte mejor” le respondió. Luego por sus orejas pantalla, por
sus ojos saltones, pero cuando llegó a decirle que tenía los dientes grandes y
teniendo en cuenta que había llevado durante tres años aparatos fijos para
mejorarlos, (que además le había costado un pastón) se cansó y respondiendo a
su naturaleza de animal, le dijo “Para comerte mejor”.
Con tanta
mala suerte que la nena se puso a gritar como marrano justo cuando uno de los
guardabosques pasaba cerca de la casa. Entones este entró, arrestó al lobo y lo
llevó detenido a la Comisaría.
El lobo, que
era muy respetuoso de la ley y a pesar de la injusticia cometida, cumplió con
su condena. Cuando salió de la cárcel se encontró con que esa criaturita había
escrito un libro, en donde relataba la historia desde su óptica y encima ese
libro ¡se había convertido en Best-seller!. O sea su nombre estaba en boca de
todo el mundo y tuvo que esconderse en su casa para siempre porque ya nadie lo
quería.
LOS TRES
SABIOS
Había una
vez tres sabios. Y eran muy sabios. Aunque los tres eran ciegos. Como no podían
ver, se habían acostumbrado a conocer las cosas con solo tocarlas. Usaban de
sus manos para darse cuenta del tamaño, de la calidad y de la calidez de cuanto
se ponía a su alcance. Sucedió que un circo llegó al pueblo donde vivían los
tres sabios que eran ciegos. Entre las cosas maravillosas que llegaron con el
circo, venía un gran elefante blanco. Y era tan extraordinario este animal que
toda la gente no hacía más que hablar de él.
Los tres
sabios que eran ciegos quisieron también ellos conocer al elefante. Se hicieron
conducir hasta el lugar donde estaba y pidieron permiso para poder tocarlo.
Como el animal era muy manso, no hubo ningún inconveniente para que lo
hicieran.
El primero
de los tres estiró sus manos y tocó a la bestia en la cabeza. Sintió bajo sus
dedos las enormes orejas y luego los dos tremendos colmillos de marfil que
sobresalían de la pequeña boca. Quedó tan admirado de lo que había conocido que
inmediatamente fue a contarles a los otros dos lo que había aprendido. Les
dijo:
- El elefante
es como un tronco, cubierto a ambos lados por dos frazadas, y del cual salen
dos grandes lanzas frías y duras.
Pero resulta
que cuando le tocó el turno al segundo sabio, sus manos tocaron al animal en la
panza. Trataron de rodear su cuerpo, pero éste era tan alto que no alcanzaba a
abarcarlo con los dos brazos abiertos. Luego de mucho palpar, decidió también
él contar lo que había aprendido. Les dijo:
- El
elefante se parece a un tambor colocado sobre cuatro gruesas patas, y está
forrado de cuero con pelo para afuera.
Entonces fue
el tercer sabio, y agarró el animal justo por la cola. se colgó de ella y
comenzó a hamacarse como hacen los chicos con una soga. Como esto le gustaba a
la bestia, estuvo largo rato divirtiéndose en medio de la risa de todos. Cuando
dejó el juego, comentaba lo que sabía. También él dijo:
- Yo se muy
bien lo que es un elefante. Es una cuerda fuerte y gruesa, que tiene un pincel
en la punta. Sirve para hamacarse.
Resulta que
cuando volvieron a casa y comenzaron a charlar entre ellos lo que habían
descubierto sobre el elefante no se podían poner de acuerdo. Cada uno estaba
plenamente seguro de lo que conocía. Y además tenía la certeza de que sólo
había un elefante y de que los tres estaban hablando de lo mismo, pero lo que
decían parecía imposible de concordar. Tanto charlaron y discutieron que casi
se pelearon.
Pero al fin
de cuentas, como eran los tres muy sabios, decidieron hacerse ayudar, y fueron
a preguntar a otro sabio que había tenido la oportunidad de ver al elefante con
sus propios ojos.
Y entonces
descubrieron que cada uno de ellos tenía razón. Una parte de la razón. Pero que
conocían del elefante solamente la parte que habían tocado. Y le creyeron al
que lo había visto y les hablaba del elefante entero.
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