Los niños,
adolescentes y jóvenes somos la variable de ajuste del mundo desde que existe.
Durante milenios nos han confinado a cuevas, casas y guarderías, nos han
azotado hambrunas y pestes, nos han enviado a cruzadas y a guerras, nos han
vendido y arreglado casamientos, nos han prohibido la palabra en mesas,
iglesias y supermercados, nos han marginado de la toma de decisiones en casa y
fuera de ella, nos han achurado el miembro, nos han prohibido actividades o
sometido a continuar con las realizadas por nuestros padres, nos han expulsado
del mundo laboral, nos han criticado las carreras elegidas, nos han censurado
amistades, nos han defenestrado parejas, nos han violentado nuestros
gustos
alimentarios, nos han quitado el postre, la mensualidad y los regalos, nos han
ultrajado la intimidad, nos han prohibido la fantasía mayores que insisten con
la mentira y con el estrés, nos han recortado presupuestos en salud, educación y
cultura gobernantes que no redujeron sus sueldos, nos han negado las
intenciones artísticas en momentos de crisis adultos que no dejaron de fumar en
esas épocas, nos han castigado, encerrado y maniatado, nos han impuesto
políticas, leyes, hambre, drogas y guerras para sacarnos del medio. Nos han
explicado menos de la mitad de las cosas y nos han mentido más de la mitad de
las veces. Hasta que nos expresamos, volvemos a preguntarnos si cambiaremos el
mundo o sólo haremos ruido antes de convertirnos en los próximos reproductores
de esas lógicas, nos indignamos y decimos basta.
Los jóvenes
pasamos 2011 indignados, llevando a cabo un movimiento internacional notable
que expresó nuestras ganas de ponerle un fin a la concordia con el mundo que
nos han legado. Pero este enero nos fuimos de vacaciones, porque estábamos
quemados. Así somos: estamos podridos de vivir con papá y mamá, pero les
pedimos el coche los fines de semana. ¿Por qué? Quizá porque, si nos van a
tomar como un número igual, preferimos que por lo menos no nos puedan leer tan
fácilmente. Somos contradictorios. Los “grandes” también, pero nuestra
contradicción a menudo tiene origen en la política y el humanismo, en el
sentido de ser partes del mundo; cuando la de los viejos es individual y tiene
que ver con su condición de padres, de empleados, de esposos. En nuestras
contradicciones mutantes –porque también podrán considerarnos “una masa” o “una
pelota de mano de obra de reserva” o “un pelotón para la próxima guerra por el
petróleo”, pero seremos una perla irregular que no podrán asir de manera
sencilla–, nos expresamos y a veces, muy pocas veces, lo que expresamos es
indignación.
La mayor
parte de las ocasiones, expresamos tendencias, costumbres, ideas, gustos,
conductas particulares y epocales que son pinceladas de nuestra naturaleza
generacional. El cierre de 2011 trajo consigo una gran cantidad de estudios,
informes, reportes, investigaciones y análisis sobre la juventud del fin del
mundo, especialmente curiosas, relevantes o preocupantes en los campos del
trabajo, la sexualidad, los comportamientos comunicacionales, la salud y la
otra mitad de su ambiente, la tecnología.
LUCHANDO POR
EL METAL
Bajo la
lógica imperante, la mayor porción del acceso a la salud, la cultura, la
comunicación, el entretenimiento, la educación y la tecnología se logra
únicamente a través del dinero, del contrato de servicios y la obtención de
productos. Y la mayor porción del dinero se logra a través del trabajo (propio
o de los adultos responsables). Entonces, lo prudente parece ser informar sobre
el trabajo. Y lo que hay allí es una tendencia notable, documentada por la
International Labour Office, que revierte una lógica histórica: la tasa de
desempleo juvenil ha crecido en los países desarrollados y se ha estabilizado o
reducido en todas las regiones en desarrollo. Según la Actualización 2011 de
las tendencias globales en empleo juvenil, un reporte que a finales de cada año
publica la ILO, una agencia de Naciones Unidas dedicada a promover la justicia
social y el reconocimiento internacional de los derechos humanos y laborales,
el 12,6 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 24 años capacitados para
trabajar no consiguió trabajo durante 2011. Son más de 75 millones de jóvenes.
El número es inferior en un decimal al de 2010 y se mantiene por debajo de la
tasa promedio de la década, pero los analistas lo atribuyen a que cada vez más
jóvenes se retiran de la búsqueda. Que uno de cada ocho jóvenes que busca
trabajo no lo haya conseguido en todo el año no implica que los otros siete
tengan trabajo: “desempleado” es aquel que busca trabajo y no lo consigue,
mientras que no entran en ese cajón los que no buscan empleo por estar
dedicados al estudio, por no necesitar de uno o por estar incapacitados para
realizarlo. Tampoco los que lo tienen, por supuesto.
Pero esa
cifra es engañosa. Los restantes 525 millones de jóvenes (los otros siete por
cada ocho) capacitados, deseosos y disponibles para el trabajo no tienen lo que
se podría considerar uno decente ni digno, pues el informe revela que una gran
porción trabaja fuera del sector formal o a tiempo parcial. Sin dudas, la
crisis económica global expuso la fragilidad de la juventud en el mercado
laboral internacional, pero aunque la tasa de empleo juvenil ha bajado en las
economías desarrolladas y en desarrollo, el precio más alto lo están pagando
los adolescentes y adultos jóvenes de las regiones más desarrolladas. En la
Unión Europea, por ejemplo, la tasa de desempleo acumula un crecimiento del 4,6
por ciento en los últimos tres años. Hay un 5 por ciento de varones y un 1 por
ciento de mujeres desempleados más ahora, que al acabar el milenio pasado. En
Grecia y el Reino Unido, donde en 2011 se vieron fuertes levantamientos, los
jóvenes tienen un 300 por ciento más de posibilidades de mantenerse
desempleados que los adultos. Y a nivel internacional, hubo 2,6 millones de
jóvenes desempleados más de los que las proyecciones esperaban para el año, lo
que bajó la tasa de empleados jóvenes en todo el mundo laboral del 49,4 al 48,8
por ciento.
La
Organización Internacional del Trabajo (OIT) alertó sobre una generación de
trabajadores jóvenes marcada por “una peligrosa mezcla de alto desempleo,
creciente inactividad y trabajo precario en los países desarrollados, y de un
aumento de trabajadores pobres en los países en desarrollo”. O como lo expone
el informe de la International Labour Office: “La mala suerte de esta
generación, que ingresa al mercado laboral en los años de la Gran Recesión, no
sólo produce la actual sensación de malestar provocada por el desempleo, el
subempleo y la tensión de riesgos sociales asociados con la falta de trabajo y
la inactividad prolongada sino que, además, podría tener otras consecuencias a
largo plazo en términos de salarios más bajos en el futuro y desconfianza en el
sistema político y económico”. Sí, indignación. Por eso no es casual que los
levantamientos más enérgicos se hayan dado donde se dieron. En España hubo, en
2011, una tasa del 41,6 por ciento de desempleo joven (fue de 18,2 en 2007), un
14,6 por ciento llevó más de un año como desempleado y un 28,3 por ciento
trabajó a tiempo parcial. En Estados Unidos, los valores son de 18,4; 3,4 y
38,1. En el Reino Unido de 19,1; 4,6 y 37,4. En Italia de 27,8; 12,2 y 21,5. Y
en Grecia de 32,9; 11,7 y 14,5. En Irlanda, el informe muestra que el desempleo
juvenil subió de un 9 por ciento en 2007 a un 27,5, con otro 20 por ciento de
jóvenes que no trabajan porque estudian o que esperan en el hogar a que la
situación mejore: es decir que uno de cada dos jóvenes irlandeses no tiene
trabajo. No es curioso el dato lateral de que allí la emigración de menores de
25 años aumentó de 15 mil (en 2004) a 30 mil.
Por otra
parte, las economías en desarrollo parecen estar “atrapadas en un círculo
vicioso de pobreza laboral”. Por ejemplo, el informe (que está disponible para
su descarga en el sitio de la ILO) dice que, aunque en el sur asiático y el
Africa subsahariano el desempleo juvenil es del 9,9 y del 12,5 por ciento, y
esto parece una señal de bienestar frente al 17,9 por ciento de jóvenes
desempleados en las economías desarrolladas y la Unión Europea, en verdad está
marcando otra cosa: que los pobres tienen mayor necesidad de trabajar que los
jóvenes de países ricos, y que tienen más empleo, pero no necesariamente son
puestos de trabajo más dignos, ni en el sector formal ni a tiempo completo: “En
el mundo hay muchos más jóvenes que son trabajadores pobres que jóvenes sin
trabajo o que buscan empleo”.
¿Qué pasa
por casa? En América latina y el Caribe, la tasa de desempleo juvenil se ubica
estable alrededor de un 15 por ciento desde 2008, con un leve descenso
sostenido en los últimos tres años, y bastante lejos del 18 por ciento de desempleo
joven que hizo un pico en esta curva estadística en 2003, en épocas de crisis
económicas regionales en las que Argentina tuvo su buena parte. En la región,
la participación laboral de los varones es del 62,9 por ciento (el valor más
alto a nivel mundial), mientras que la de las mujeres es de 42,6 (sólo por
detrás del sudeste asiático). El 11,9 por ciento de ellos y el 18,3 de ellas
permanece desempleado. También se precisa que hay 2,7 jóvenes desempleados por
cada adulto en la misma.
El reporte
concluye con que, pese a la merma mundial en los indicadores del desempleo
joven (de 75,1 millones en 2010 a 74,6 millones en 2011), persisten la
inseguridad y la inestabilidad en el mercado laboral, lo que sumado a la
fragilidad de las economías podría indicar un futuro incierto para los
trabajadores de entre 14 y 25 años para lo que resta de la primera mitad de
esta década, ya que según las proyecciones, las tasas podrían volver a tener
fuertes picos ascendentes cuando acabe este año y en los próximos.
SEXO, SALUD
Y TECNO & POSTS
En paralelo
a este notable informe de la ILO, en el último trimestre del año hubo
publicaciones por doquier sobre conductas sexuales, sanitarias y tecnológicas
de la juventud. Uno de los números más significativos indica que la generación
del milenio (millenials, aquellos que hoy tienen entre 18 y 29 años) es tres
veces mayor que la Generación X y sustancialmente más grande que la de los baby
boomers, aquella gran cantidad de hijos que los soldados tuvieron luego de que
volvieron de la Segunda Guerra Mundial, y que fueron la fuerza de las
vanguardias políticas y artísticas de los años ‘60 y ‘70. Por si no se
entendió: habemos más jóvenes que nunca. Aquí van, entonces, algunos
indicadores de esta muchedumbre. Aunque muchas veces estudian zonas geográficas
reducidas (ciudades, países), sirven lo mismo para intentar un perfil
estadístico internacional de los jóvenes de 2012.
- El 6 por ciento de los hijos de padres que beben a menudo condujo borracho alguna vez. Sólo el 2 por ciento de los hijos de padres abstemios lo hizo (Universidad de Florida).
- Uno de cada doce jóvenes se infringe algún daño físico (The Lancet).
- Uno de cada once niños y adolescentes de entre 2 y 17 años jamás tuvo acceso a juegos ni juguetes (The NPD Group).
- Los adolescentes de entre 12 y 17 años miran un 11 por ciento más de televisión que en 2007. Lo hacen durante 17 horas semanales (Ofcom).
- El 14 por ciento de los adultos jóvenes de entre 25 y 34 años vive con sus padres, un 25 por ciento más que antes de la recesión (Census Bureau).
- El 18 por ciento de los adolescentes acaba su educación superior como fumador (The National Cancer Institute).
- La obesidad infantil creció del 15 al 22 por ciento en los niños de 6 a 11 años (Centers for Child and Youth Disease Control and Prevention).
- De cada dos adolescentes que tienen experiencias sexuales grupales, una fue forzada. En promedio, el debut en el sexo grupal de estas jóvenes mujeres se da a los 15 años y ocho meses (New York Medicine Academy).
- Uno de cada cinco chicos de entre 12 y 19 años sufre pérdida gradual del oído. Es un 31 por ciento más que hace 10 años (Beltone New England).
- El 70 por ciento de los millennials se siente mejor cuando coincide con sus amigos acerca de dónde comprar, qué comer y a qué jugar. El 60 por ciento compra en soledad. Y usan el 18 por ciento de su dinero en comida rápida (Barkley, Service Management Group y The Boston Consulting Group).
- El 28 por ciento de los adolescentes de entre 12 y 15 años preferiría quedarse sin Internet y televisión antes que sin su teléfono (Ofcom).
- En América, 60 de cada 1000 chicas llegan a sus 18 habiendo tenido por lo menos un embarazo no deseado (Universidad de Massachusetts).
- Al 30 por ciento de los adolescentes les hackearon su cuenta en alguna red social (Associated Press y MTV).
- El 40 por ciento de los jóvenes que intentan cometer suicidio lo hace antes de llegar a la escuela superior (Journal of Adolescent Health).
- El 53 por ciento de los adolescentes de entre 16 y 22 años preferiría perder el olfato antes que dejar las redes sociales (McCann Worldgroup).
- La exposición a contenidos sexuales se da mayormente a través de la televisión, en un 75 por ciento de los casos (Internet Solution for Kids).
- Tres de cada cuatro varones y la mitad de las mujeres declaran haberse masturbado (National Survey of Sexual Health and Behaviour).
- El 76 por ciento de los adolescentes de entre 12 y 17 años utiliza redes sociales. El 44 ha mentido su edad en ellas. El 20 cree que la gente es maleducada en ellas, mientras que el 69 considera que las personas se comportan más amablemente. El 30 le compartió su contraseña a un amigo, familiar o pareja. Y el 60 por ciento admite que la vigilancia de sus padres hace que la utilicen de un modo más cuidadoso (PEW Research Center).
- Cuatro de cada cinco jóvenes en edad escolar recibieron mensajes de texto con contenido sexual. Más de la mitad recibió imágenes íntimas. Uno de cada diez mensajes se envía contra la voluntad del receptor y fuera de cualquier tipo de juego o coqueteo (Universidad de Rhode Island).
- El 80 por ciento de los jóvenes escucha música programada por sí mismo (en computadoras, teléfonos móviles, MP3 y iPods) regularmente. El 21 por ciento lo hace a diario durante más de una hora (Universidad de Tel Aviv).
- El 54 por ciento de los jóvenes mira pornografía online. La tercera parte argumenta que es por “razones educativas”, pero sólo el 20 habla de sexo con sus padres (Unicef).
- A un año de recibirse, el 86 por ciento de los estudiantes considera que ir a la escuela es indispensable. Más del 90 piensa que con la secundaria no basta. El 56 por ciento siente que pagar sus estudios es complicado o muy complicado (The College Board).
- El 87 por ciento de los jóvenes con pensamientos suicidas no fue a una consulta con un profesional en 2011. El 84 no recibió ningún tipo de tratamiento (US Center for Desease Control and Prevention).
- El 77 por ciento de los adolescentes menores a 18 años probó alguna bebida alcohólica y el 15 se emborrachó antes de sus 14 años (Unicef).
- El 33 por ciento de las jóvenes que toman píldoras anticonceptivas lo hacen por motivos (regulación de la menstruación y del dolor menstrual, tratamiento del acné) que no son el control del embarazo (Mayo Clinic).
Fuente: Suplemento No. Diario Página/12.
Autor: Luis Paz
La infografía fue tomada de internet |
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