Al mismo
tiempo, 60 de cada 100 personas entre 15 y 24 años que buscan trabajo terminan
en empleos informales. Les compartimos un artículo publicado en el diario Portafolio de Colombia.
América
Latina enfrenta el escenario de incertidumbre sobre la economía global este
2012, con el aval de ser una región donde prevaleció el crecimiento económico y
se lograron las tasas de desempleo urbano más bajas en décadas. Pero los
jóvenes, con índices de desocupación e informalidad elevados, posiblemente
tengan dificultad para ver el futuro con optimismo.
El desempleo
y el subempleo juvenil impiden aprovechar el potencial de la generación mejor
formada y educada que hemos tenido. Además, genera consecuencias políticas
importantes. Desde la Primavera Árabe, el 2011 fue un año de insurgencias que
recorrieron el mundo desde el Levante hasta el Poniente.
Cualquiera
fuera el detonante de las manifestaciones, o el lugar donde se produjeron, hubo
una característica común: fueron protagonizadas por jóvenes. Es perfectamente
comprensible que la falta de oportunidades sea un caldo de cultivo para la frustración
y el enojo.
Este no es
un hecho fortuito ni producto de la rebeldía habitual con que se identifica el
ser joven. Millones de ellos viven una situación dramática en la actualidad,
pues cuando salen a la calle a hacer sus vidas se encuentran con que no hay
empleos, o que las ocupaciones disponibles son de mala calidad. Esto sucede en
todo el mundo, y América Latina no es la excepción. En nuestra región, la tasa
de desempleo urbano de los jóvenes es del 14,9 por ciento, el doble de la
general, de 6,8 por ciento, según estimaciones de Panorama Laboral de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Al mismo
tiempo, 60 de cada 100 personas entre 15 y 24 años que buscan trabajo terminan
en empleos informales, en condiciones precarias, sin protección y con bajos
salarios. El desaliento generado por la escasez de empleos decentes lleva a
muchos jóvenes a la inactividad.
Alrededor de
20 por ciento de los 106 millones de jóvenes latinoamericanos no estudian ni
trabajan. Si la sociedad no crea empleos para los jóvenes, tienden a perder la
confianza en las instituciones democráticas.
Por otra
parte, el progreso económico y social es insostenible si no se asume el desafío
político de generar mejores oportunidades para los jóvenes. La inclusión de los
jóvenes depende de políticas públicas muy bien maduradas, discutidas y
consensuadas y deberían ser parte de un marco integral que promueva el
desarrollo económico con empleo. Estamos frente a un problema estructural. El
crecimiento económico es determinante, pero no suficiente para resolverlo.
El empleo
juvenil requiere de medidas específicas para hacer frente a los retos que se
plantean. Al Estado le corresponde el papel de generar las políticas adecuadas,
y los interlocutores sociales, a los empleadores y trabajadores, apoyarlas con
decisión. Hay un abanico de opciones y de buenas prácticas, como por ejemplo:
* Hacer de
la generación de empleo juvenil una prioridad en la agenda del diálogo social
entre los actores fundamentales de la economía.
* Apoyar el
espíritu emprendedor de los jóvenes para que pongan en práctica sus propias
iniciativas a través de sistemas de microcrédito como ‘incubadoras de
empresas’.
* Dar
eficiencia y cobertura a los servicios de empleo, sitios digitalizados,
oficinas donde se dé a los jóvenes información en tiempo real sobre
posibilidades inmediatas de enganche.
* Debatir
sobre la educación necesaria para que se articule mejor con el mercado laboral,
estimule la innovación, recalifique la mano de obra y facilite la certificación
de competencias.
*
Incrementar los sistemas de pasantías para consolidar la formación profesional
de los jóvenes en las empresas y el sector público y facilitar la transición
educación-trabajo.
* Dar acceso
a los jóvenes a un sistema de créditos educativos, transferencias monetarias
condicionadas y becas sueldo para que puedan continuar su formación y
recalificación laboral.
* Facilitar
que las mujeres jóvenes se mantengan en el mercado laboral, a través de
guarderías para sus hijos y turnos de todo el día en las escuelas. Es indudable
que no podemos prescindir del aporte de los jóvenes para construir sociedades
prósperas e inclusivas.
La
generación de empleo juvenil no debe verse como la solución a un problema, sino
como una manera de aprovechar una gran oportunidad para nuestros países.
El
desaliento generado por la escasez de empleos decentes lleva a muchos jóvenes a
la inactividad. Millones de ellos viven una situación dramática en la
actualidad, pues cuando salen a la calle a hacer sus vidas se encuentran con
que no hay empleos, o que las ocupaciones disponibles son de mala calidad.
Fuente: Portafolio publicado el 24 de febrero de 2012
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