De tan previsible puede que no sea
noticia. Los jóvenes indígenas de Latinoamérica, los descendientes de los más
antiguos pobladores de la región, reciben menos educación formal y están menos
insertados en el mercado laboral que sus colegas de la misma edad que no
pertenecen a esas etnias. Así lo confirma un informe que a finales de 2011
publicó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y que se
titula "Salud de la población joven indígena en América latina". Este
reporte indagaba en la situación socioeconómica de los jóvenes de los pueblos
originarios para comprender las causas de sus condiciones sanitarias peores que
las del resto de la población.
La educación es un factor clave para
la distribución del ingreso. El analfabetismo, consecuencia de la falta de
instrucción escolar, afecta sobre todo a los jóvenes indígenas de 15 a 24 años
de Guatemala, Paraguay y Venezuela. Allí entre 20 por ciento y 30 por ciento no
sabe leer ni escribir. En Brasil, Costa Rica, Honduras y México el
analfabetismo de este sector de la población oscila entre el 10 por ciento y el
20 por ciento. En Argentina, Chile, Ecuador, Bolivia y Perú los jóvenes
indígenas analfabetos representan menos del 10 por ciento del total. En todos
los países, con la excepción de Nicaragua, es mayor la proporción de jóvenes
indígenas que no saben leer ni escribir que la de los no indígenas.
Los programas de alfabetización y de
extensión de la cobertura de la educación primaria han llevado a que entre los
jóvenes indígenas haya una proporción menor de analfabetos que entre sus padres
y abuelos. Claro que esos programas han sido aún más efectivos para enseñar a
leer y a escribir a las nuevas generaciones de otras etnias. Esto se percibe en
Argentina, Brasil, Costa Rica, Guatemala, México, Paraguay y Venezuela. A su
vez, las jóvenes se encuentran en una situación aún peor que los varones, en
particular las costarricenses, panameñas, paraguayas y venezolanas.
Los jóvenes indígenas suelen
estudiar menos años que los que no lo son. En Guatemala pasan por la escuela
menos de cuatro años de media, una cantidad de tiempo que no permite al alumno
escribir ni leer en forma correcta. En Costa Rica, Ecuador, Guatemala,
Honduras, Panamá, Paraguay y Venezuela cursan entre cuatro y seis años. En
México y Nicaragua, de seis a ocho y en Argentina, Chile, Bolivia y Perú, más
de ocho. En materia de años de escolaridad, los argentinos y nicaragüenses
indígenas no están muy por debajo de los que no lo son, mientras que los
panameños y los paraguayos son los que más sufren la desigualdad étnica.
En cuanto a la inserción laboral, el
47,1 por ciento de los jóvenes indígenas trabaja o busca empleo, mientras que
el 57,2 por ciento de los que no lo son se encuentra en la misma situación.
Esta diferencia puede estar explicada en parte porque los censos poblaciones a
veces no registran como trabajadores a aquellos que se encuentran empleados en
unidades productivas familiares.
Los adolescentes de 15 a 19 años de
los pueblos originarios suelen comenzar a trabajar antes que el resto. Sin
distinción de etnias, las jóvenes están menos insertadas en el mercado de
trabajo que los varones, pero en el caso de las indígenas las estadísticas
suelen desconocer sus actividades productivas tradicionales. Es en Costa Rica,
Guatemala y Honduras donde las jóvenes de los pueblos originarios se hallan
menos integradas al mundo laboral.
"Investigaciones recientes
muestran una evidente relación entre los niveles de escolaridad de los jóvenes
y su inserción en el mercado del trabajo", recuerda el documento de la
Cepal. "En consecuencia, si se toma en consideración que los indígenas
tienen menos años de estudio que los no indígenas, su participación en la
actividad económica se ve restringida a los empleos de menor calidad, de más
bajos ingresos y con menor protección social. Más aun, en contextos modernos,
esta situación de detrimento expone a los jóvenes a los empleos de mayor
peligro", advierte la organización que dirige Alicia Bárcena.
La Cepal también señala que "el
mayor acceso a la educación formal alcanzado por los jóvenes indígenas en el
marco de modelos de aprendizaje homogeneizantes bien podría entrar en
contradicción con sus derechos colectivos como miembros de pueblos
diferenciados culturalmente". Por eso la Convención 169 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) establece que los programas educacionales deben
responder a las necesidades particulares de los pueblos indígenas y tener en
cuenta su historia, sus conocimientos y técnicas, sus sistemas de valores y
todas sus demás aspiraciones sociales, económicas y culturales.
Fuente: Diario La Capital
No hay comentarios:
Publicar un comentario