En las
economías desarrolladas, la educación sirve de escudo contra el desempleo para
muchos jóvenes y existe un fuerte vínculo entre el nivel educativo y los
resultados laborales.
En
particular, quienes tienen educación primaria o inferior a menudo ostentan
tasas de desempleo más elevadas y mucho peores que aquellos con más altos
niveles educativos durante las crisis.
Sin embargo,
un mayor desarrollo de capital humano y más niveles de educación no se traducen
de forma automática ni en una mejora de los resultados del mercado laboral ni
en más puestos de empleo.
En las
economías en desarrollo los puestos de trabajo disponibles están limitados a
sectores formales pequeños y, la juventud, no posee las habilidades adecuadas
para calificar a esos trabajos.
Los rápidos
cambios estructurales en esas economías crean desajustes geográficos y de
habilidades que plantean desafíos particulares a los sistemas de educación y de
formación y su capacidad de respuesta a las necesidades del mercado laboral.
Se requiere
información adecuada sobre el mundo del trabajo para facilitar el rol de la
educación, es decir, el cumplimiento de la demanda de trabajo actual, y para
facilitar un cambio.
Los jóvenes
que no trabajan ni estudian son un gran motivo de preocupación para los
políticos, en particular en las economías desarrolladas y, ese grupo NEET (por
sus siglas en inglés `ni en educación, empleo o formación`), a menudo
constituye al menos 10 por ciento de la población joven e incluye a aquellos de
bajo nivel educativo en las naciones desarrolladas.
Muchos
países introdujeron políticas para enfrentar ese fenómeno, apuntando a
subgrupos específicos de la NEET como los desertores de la escuela o jóvenes desempleados,
sostiene el informe.
Para 2012
habrá tasas de desempleo juvenil sin cambios y muchas de las regiones
enfrentarán grandes desafíos en el sector, por lo que las políticas sobre la
materia tienen prioridad.
Las
estrategias macroeconómicas y de crecimiento, donde sean fiscalmente posible,
son cruciales para mantener o mejorar las medidas que ayuden a impulsar la
generación de empleo y poner en marcha la recuperación de trabajos sostenibles.
El empleo
juvenil es prioridad creciente en las agendas políticas, aunque no se traduce
lo suficiente en los programas, el financiamiento es limitado y los recursos
subestimados.
Las medidas
y programas activos del mercado laboral, como el desarrollo de servicios
públicos de empleo, los subsidios salariales y de capacitación o las
reducciones de impuestos pueden motivar a los empleadores a contratar jóvenes y
a contrarrestar el exceso de oferta de trabajadores en tiempos de crisis.
Igual de
importantes son los programas que procuran contrarrestar el desajuste de
habilidades técnicas entre jóvenes, como los de formación vocacionales, las
recapacitaciones de desempleados y desanimados, de formación en el lugar
laboral, la creación o la mejora de los sistemas de aprendizaje, de
capacitación sobre conocimientos prácticos y habilidades para la vida diaria.
Se requieren
otras estrategias para mejorar la protección social de los jóvenes y adaptar
las reformas del mercado laboral a necesidades específicas, en tanto el empleo
decente no trata sólo de generar cualquier tipo de trabajo sino mejorar su
calidad.
Además, es
necesario establecer diálogo social y alianzas de base amplia para hacer
realidad el compromiso del empleo juvenil.
Las alianzas
entre gobiernos, empleadores, sindicatos y otras entidades pueden ser decisivas
para determinar acciones más apropiadas a nivel nacional y local para promover
el trabajo.
Por último,
el informe sostiene que es preciso respaldar una mayor información sobre el
mercado laboral y los sistemas de análisis, que sirven de base para supervisar
los mercados laborales y diseñar e implementar políticas efectivas. (Télam)
Fuente: El Comercial Buenos Aires, 23 de mayo (Télam).-
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