Josefina
teje todos los días. A dos agujas, al crochet, teje en su casa, en el
colectivo, de día, de noche. Desde los 8 años, cuando aprendió corte y
confección, ella teje. Nada la detuvo: ni la artritis en sus manos
diagnosticada en su juventud, ni la operación en su cervical.
A sus 62
años, abuela de 5 nietos, decidió salir de su casa, transformar su nombre en
una marca y armar un microemprendimiento. "Tejo al crochet ropa para las
muñecas, sacos de lana a dos agujas, bordo y agrego puntillas a las toallas
pero lo que me encanta hacer son las carpetitas", dice Josefina vecina de
El Talar -partido de Tigre, provincia de Buenos Aires, donde arma en su taller
-es decir, su casa- los tejidos para luego venderlos en la feria barrial los
fines de semana.
Josefina es
una de las tantas personas que en nuestro país se animan día a día a iniciar
sus propios negocios y que muchas veces necesitan la mano de alguien que los
guie en determinadas etapas del emprendimiento. Como María Miranda, que comenzó
hace 20 años fabricando ropa en la localidad bonaerense de Vicente López, y hoy
los productos llevan su nombre.
"Aprendí
junto a la gente de Proem -Fundación Proyecto Emprender- cómo armar mi sitio
para promocionar las cosas en Facebook, inscribirme al monotributo, sacar un
costo, entender que necesitaba contratar a una persona para que me ayudara en
el taller, que por más que quisiera sola con todo no podía", explica
orgullosa María Miranda, quien forma parte junto con Josefina del Club de
emprendedores de asociación.
Desde
Córdoba capital, María Cecilia, trabajó en relación de dependencia hasta los 42
años tras que, al tener a su segundo hijo con discapacidad, la echaron. La
necesidad y el optimismo hicieron que saliera adelante. "Me aferré a lo
más importarte que tenía: mis conocimientos en química industrial y mis hijos
que dependían de mí. Y me inventé un trabajo, empecé a fabricar geles
corporales para uso medicinal", asevera María Cecilia.
En los
primeros años María Cecilia dice que caminaba por todo Córdoba para ofrecer los
productos. "Con la venta de los primeros geles compré más materia prima.
Vendía muy poco, porque era difícil competir con las grandes marcas. Era todo
muy casero: hacíamos las etiquetas, comprábamos los envases más económicos,
todo a pulmón", comenta la productora de "Charmecos Cosmética
Artesanal".
En 2010,
María Cecilia ganó el premio Citi - Avina-La Nación al Microemprendedor y pudo
equiparse de material para seguir con la pyme. "Ya tenemos más de 90
productos entre geles y cremas corporales y faciales -dice Cecilia-. No fue
fácil, pero logramos que la gente del barrio nos reconozca y nos elija."
No estaba
sola
Por su
parte, Analía no sabía cómo seguir adelante con su proyecto Telares Urbanos y
se acercó al programa Nuevos emprendedores de la Asociación Civil Inicia.
"Me encontré con un montón de emprendedores de diferentes rubros, que
estaban en la misma situación que yo, y sentí que no estaba sola -dice Analía-.
Así, me capacité, me otorgaron un crédito con el que compré materia prima y me
dieron ese empujón que uno a veces necesita para soltarse y jugarse por lo que
uno quiere. Y hoy, dejé la docencia en las escuelas y me dedico a dar clases de
tejido en mi taller y a vender los productos en ferias barriales".
Muchas veces
un microemprendimiento que comienza con una sola persona se transformar en el
sostén de otras. Tal es el caso de Tiburcio, en el barrio Bella Vista de
Rosario, provincia de Santa Fe, que junto a sus seis hermanos en 2001 armaron
"Promotores Ambientales GEMT", una fábrica de reciclaje de residuos
con lo que producen polietileno y polipropileno.
Tiburcio
recuerda la madrugada que fue el punta pie para cambiar su vida. "Estaba
en la calle, con mi carrito cartoneando -desde los 6 años que lo hacía cuando
vino de Chaco con su familia- quebrado económicamente, tenía dos hijos y mi
mujer había fallecido hacía poco. Me largué a llorar y dije que esto no era lo
que yo quería".
Hoy la
empresa ya es una "cooperativa de trabajo que beneficia directamente a 12
familias y de forma indirecta a otras 500. Además con la cooperativa se armaron
10 microemprendimientos más, como un comedor comunitario", comenta
Tiburcio perteneciente a la comunidad Toba y ganador del Premio Microemprededor
2011.
Por su
parte, Oscar tiene 37 años, es oriundo de Santa Fe capital -pero reside en la
ciudad de Mar del Plata-y también emprendió un proyecto relacionado con el
reciclado de residuos: Ecobloque. "Desde los 16 años que cirujeaba en el
basural conocido como La quema, y un día conocí a Fernando, que es arquitecto,
y me ofreció trabajar con él para cambiar las condiciones de vida de la gente
del barrio armando casas. Sabía algo de reciclado y me largué a emprender
Ecobloque, fabricamos ladrillos que sirven para construir viviendas, hechos de
residuos de plástico con piedra granítica", explica Oscar y añade que ya
construyeron 9 casas con este sistema en los barrios Monte Terrabusi y Santa
Rosa del Mar.
Producto
terminado
En la
localidad de Saladillo Norte, provincia de Buenos Aires, Alejandra pudo
aprender un oficio gracias al Taller de costura y tejido "Nuestras
Manos" de Cáritas. "Tengo una máquina de coser y arreglo ropa en
casa. Además, nos juntamos con las mamás del taller todos los días y con los
retazos de tela o de lana que recibimos de donaciones hacemos mantas tejidas, alfombras
para baño, ecobolsas -relata Alejandra-. Es muy gratificante ver después un
producto terminado en la vidriera de un local y decir, ?mirá esto lo hice yo',
no lo podés creer".
Tanto
Tiburcio, Oscar como Alejandra vivieron momentos difíciles donde el cirujeo, el
cartoneo y las changas les permitieron salir adelante. "Vivía
prácticamente tirado en la basura. Hoy pude hacer mi casa, mis hijos van a la
escuela, puedo dar trabajo. Hay que animarse, las puertas siempre están
abiertas para poder cambiar".
Y Tiburcio
remata: "Todo es posible, no hay que aflojar. Yo tengo hasta cuarto grado
de la escuela y logré ser útil para la comunidad".
Fuente:
Diario La Nación
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