“No es
casual lo de América latina, es lo que vino después del proceso de
desestructuración.”
“Lo que
antes era un interés por limitar los efectos regresivos de los modelos
económicos, ahora lo es por transformar el sistema económico, donde lo social
ya no es un elemento más a tener en cuenta, sino el eje estructurador.” De esta
manera, el prestigioso economista Bernardo Kliksberg resumió a este diario el
cambio de paradigma que se exhibe, según él, en la región en la última década.
El teórico de la economía “con rostro humano” brindó una entrevista con motivo
del reconocimiento que recibirá este domingo de parte de la Universidad de
Jerusalem, que le otorgara el Doctorado Honoris Causa. El intelectual destacó
el acto de soberanía energética que implica para la Argentina haber expropiado
el control de YPF, aunque sostiene que el modelo económico local no es posible
de aplicar en otros países de manera aislada, ya que responde a un cambio que
se dio a nivel regional: “Lo que se está viendo es un modelo de Unasur con
particularidades históricas en cada país”.
–Evidentemente
había un consenso nacional que sentía que el país no podía quedar afuera de la
inmensa mayoría de países del mundo que tienen el control de sus recursos
naturales. Ese es otro avance. No estamos hablando de una empresa que produce
cigarrillos o juguetes; es un recurso estratégico. Me parece que en este caso
el Gobierno va en el sentido correcto, con un buen management empresario.
–Sin embargo,
los mercados continúan castigando a la Argentina por tomar un camino distinto.
–Lo
importante es cuidar la articulación de los mecanismos democráticos, a partir
de la participación democrática. Cuanto más funcionen los mecanismos
democráticos, más posibilidades hay de pelear contra los poderes económicos
concentrados. Cuanto más se movilice la ciudadanía mayor es la posibilidad de
luchar, pero esto último también tiene que ver con el grado de conciencia de la
población.
–Usted
asesora a varios gobiernos. ¿Qué es lo que hoy le consultan?
–Los pedidos
son para que los ayude a implementar programas para combatir la pobreza y
mejorar el Estado. Y en ese sentido ha habido una receptividad muy alta de los
gobiernos. Muchas leyes en la renovación de la estructura del sector social se
implementaron y muchas de las propuestas de gerencia social están plasmadas en
las organizaciones de lucha contra el hambre y la defensa de la niñez.
–Hubo un
cambio en las consultas, ¿pero también en receptividad? ¿Por qué?
–Sí, la
receptividad se hizo más presente a partir del 2000, al cambiar la estructura
de poder en buena parte de América latina y los pueblos imponer sus prioridades
de manera creciente. Lo que antes era un interés por limitar los efectos
regresivos de los modelos económicos, ahora es un interés por transformar el
sistema económico, donde lo social ya no es un elemento más, sino el eje
estructurador. América latina está en esa etapa, y no es casual, lo hace
después de una etapa de desestructuración social en el período 1998-2002.
–¿A qué se
refiere con desestructuración de la sociedad?
–En 2002, en
la Argentina cayó el Producto un 25 por ciento y la tasa de desocupación llegó
a límites desconocidos, en el país y en la región. La Argentina tenía una
gigantesca población de pobres, que rondaba los 20 millones, de los cuales 10
millones eran indigentes. Es decir, la cuarta parte de la población no podía
satisfacer sus necesidades básicas. También hay datos poco conocidos; en esos
años aumentó la tasa de suicidios juveniles y la cantidad de ataques cardíacos,
según los resultados de la Fundación Favaloro. En realidad, la gente sufrió en
carne propia las políticas neoliberales. Es por eso que el recambio social no
respondió a una tarea intelectual sino que fue producto del sufrimiento.
–¿Cómo puede
reestructurarse la sociedad europea?
–En mis
libros siempre busqué remarcar que la base de desarrollo económico está en el
desarrollo social sostenido. En el paradigma neoliberal se lo trata como un
derrame del crecimiento o consecuencia lateral. En muchos paradigmas
desarrollistas viene después de una acumulación importante de la riqueza. Lo
que yo planteo es que sin un desarrollo social sostenido no hay un desarrollo
económico sostenidos.
–La
situación varía según los países.
–Los que
soportan allí mejor la crisis son los que mantuvieron el Estado de Bienestar.
Los argumentos de los poderes hegemónicos señalan que el Estado de Bienestar es
el que produce la crisis y es a la inversa: donde se mantuvo como eje
estructural las cosas funcionan mejor, como en los países nórdicos, donde
tienen tasas mínimas de desocupación y mantuvieron sus dinámicas de mercado
interno.
–Todavía hoy
existen cuestionamientos al Estado de Bienestar, de parte de quienes lo
consideran un parche del capitalismo.
–El Estado
de Bienestar es un término engañoso. Lo que en realidad evaluamos es un Estado
responsable o irresponsable. Los Estados europeos se están convirtiendo en
Estados irresponsables socialmente, ya que no garantizan los derechos básicos
de la población como al trabajo, la salud y la educación. El avance debería ser
en el camino inverso. Por eso la denominación Bienestar es engañosa y utilizada
por los neoliberales para descalificar toda idea de un Estado que invierte
fuerte en la población.
–¿Existe
algún caso en que las medidas de ajuste hayan funcionado?
–No.
Actualmente, las tasas de interés que pagan Grecia, Portugal o Irlanda son cada
vez más altas. Esto es porque al achicar el Producto y entrar en recesión,
aumenta la desconfianza y disminuyen las posibilidades de inversión. No se
producen los beneficios, pero sí los perjuicios; los suicidios y enfermedades y
el crecimiento de la xenofobia, el racismo. Lo mismo sucedió en esta Capital
contra los inmigrantes y los indigentes, porque pedir pena carcelaria para los
que limpian vidrios y cuidan autos estacionados es una propuesta totalmente
discriminatoria.
–¿La
experiencia exitosa argentina de los últimos años es modelizable y exportable
para otros países en crisis?
–Lo que se
está viendo es un modelo de Unasur con particularidades históricas en cada país.
Pero el rumbo hacia una economía con rostro humano, como la llamo, está en
Argentina, desde ya, en Brasil, Uruguay, Ecuador, Paraguay y Bolivia. Los ejes
de ese modelo tienen fuerza histórica propia, pero implica serios riesgos
recortar la experiencia de un solo país. Los avances en la región son
innegables, pero no es exportable mecánicamente, porque en América latina
tuvimos que pasar por el liberalismo más salvaje, y ese fue un impulso
fundamental. Los países tendrían que aprender la lección sin repetir la
historia.
Fuente: Por Cristian Carrillo Diario Página/12
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