Cada país ha definido a lo largo de su
historia un sistema de selección y diferenciación educativa que se corresponde
y adecua a su configuración cultural que marca los límites y posibilidades a
las prácticas y discursos que se suceden en su espacio social. De allí que
políticas de selección que son legitimas en algunos países son impracticables
en otros. En términos generales en casi todos los países de la región se han
puesto en práctica diferentes versiones de la igualdad de oportunidades para
airear y legitimar una tendencia fuerte de los sistemas a reproducir las
desigualdades existentes en la sociedad.
Países como Chile que tiene una sociedad
con jerarquías muy cristalizadas y con un sistema educativo que reproduce como
un espejo estas jerarquías, ha depositado en el merito personal y el sacrificio
económico la posibilidad de “zafar” de los determinantes de clase y hacer uso
del derecho a la igualdad de oportunidades
educativas. Quien no tiene la solvencia económica para pagar sus
estudios de nivel superior deberá demostrar sus meritos intelectuales a través
de exámenes y estar dispuesto a hipotecar los primeros años del ejercicio
profesional para obtener un préstamo que le permita acceder a los estudios
universitarios. Estamos hoy asistiendo a la impugnación de este sistema por
parte de los jóvenes que piden la posibilidad de una universidad gratuita para
todos aquellos que demuestren estar en condiciones de cursar una carrera en ese
nivel.
Brasil ha construido un sistema
diferente que solo se explica en referencia a una sociedad dual, donde la
reproducción del privilegio es una cuestión de Estado. En su nivel primario y
secundario hay dos circuitos educativos: el público al que concurren los
sectores bajos de la población y el privado que ofrece una variedad de
instituciones con diferente prestigio y costo que atiende al resto de la
población. En el nivel superior las mejores y mas prestigiosas universidades
son públicas y gratuitas y se accede a ellas a partir de un examen de ingreso
muy exigente que solo aprueban aquellos que han concurrido a las mejores (y más
caras) escuelas privadas de nivel secundario. Existen además, una variedad de
Universidades privadas pagas (de
diferente costo y prestigio ) que atienden a todos aquellos egresados de la
educación media que pretenden seguir una carrera superior. En este caso, para
hacer uso del derecho a la igualdad de oportunidad educativa, hay que demostrar
el merito individual mas allá del circuito escolar al que se ha concurrido.
La Argentina ha optado por un
mecanismo que le permite mantener la ilusión de una educación igualitaria
abierta a todos en todos sus niveles a la vez que selecciona a través de un
sistema de promoción desregulada
fuertemente individualista donde cada uno lucha por su avanzar en el
nivel que cursa poniendo en juego el conjunto de recursos de los que
dispone, que obviamente, difieren de
acuerdo a su origen socio-cultural . Esto se traduce en una política de no
exámenes para definir quienes ingresan y quienes no (por supuesto que hay unas
pocas escuelas y universidades que si tienen exámenes), y el desarrollo de un
sistema mediante el cual una vez que se está dentro de la escuela o la
universidad , la propia institución
desalienta a unos y promociona a otros. Los desalentados y finalmente
excluidos son aquellos cuyos recursos económicos y simbólicos no se
corresponden con lo que les exigen los cursos a los que concurren. Las
exigencias son varias, de tiempo y disposición, de lenguaje y habilidades
intelectuales, de capacidad de interlocución y demanda, de acceso a elementos
de apoyo (bibliografía, elementos tecnológicos) y por sobre todo autoestima y
confianza en sus posibilidades. Cada uno está solo en la escuela media y mucho
más en la universidad para luchar por su promoción. Las instituciones de los
niveles superiores del sistema no han desarrollado estrategias destinadas a
acompañar la promoción de los alumnos que admiten en nombre de la igualdad de
oportunidades. De este modo la “igualdad” se transforma en una ficción que se
diluye a la hora de constatar los resultados de la promoción. En todos los
casos la selección tiene un sesgo claramente clasista, los que promocionan provienen mayoritariamente de los
sectores medios y altos de la población. Por supuesto el fenómeno es mucho más
agudo en el nivel universitario ya que en el caso de las escuelas medias la
estrategia selectiva esta morigerada por el mandato de contención social.
Este proceso está en la base o explica
la baja tasa de egresados que tienen tanto las escuelas medias como las
universidades nacionales. Sin soportes ni apoyos entran todos pero se reciben
los pocos que por su pertenencia de clase son portadores de los recursos que
exigen las instituciones. El sistema es
muy caro por exige diseñar una estructura institucional acorde con el número de
alumnos que ingresan y debe mantenerse a pesar de las deserciones. Sin embargo
tiene un beneficio secundario nada despreciable y poco señalado: provee empleos
en blanco a una masa importante de educados que no encuentra en el mercado
privado ofertas de trabajo acordes a su formación.
La información que aquí brindamos
puede ser utilizada para fundamentar propuestas de muy distinta orientación
política: uno es la instauración de un examen de ingreso que sincere el
carácter clasista de la selección y a su vez proporcione la legitimidad del
mérito; otro posible es el desarrollo de estrategias institucionales destinadas
a generar los puentes necesarios para articular las posibilidades de origen de
los ingresantes con las exigencias de las instituciones educativas. Quien
escribe, valora la propuesta igualitarista y el impacto benéfico que sobre la
sociedad tiene una población con altos niveles de educación, y por tanto
suscribe a la idea de avanzar en el esfuerzo por mejorar las tasas de egreso a
partir del desarrollo de dispositivos institucionales que las hagan posibles.
Autora: Guillermina Tiramonti, Directora de la Maestría en Ciencias Sociales con
orientación en Educación
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