Cualquier
libretista o espectador de telenovela sabe que además del galán, la malvada y
la actriz buena, hay personajes y temas que no pueden faltar en un culebrón.
Por ejemplo, una viejita o viejito conocedor de un secreto que no revelará
hasta el episodio final. Otro de los hilos que suele tejer la trama de las
historias rosa en la TV es el embarazo precoz.
Presentado
como metida de pata, prueba de amor, dolor de cabeza o futuro truncado, éste es
uno de los temas favoritos de los escritores porque en buena parte refleja la
realidad que vivimos. Venezuela cuenta con una de las tasas de embarazo en
adolescentes (15 a 19 años) más altas de Sudamérica.
Según cifras
de Cepal en el 2010, 1 de cada 5 embarazadas eran adolescentes; y de acuerdo
con recientes declaraciones de Julio Borges, coordinador nacional de Primero
Justicia, esa cifra subió en el 2011 según la ONU: 1 de cada 4 embarazadas eran
adolescentes, y 1 de cada 100 eran menores de 15 años. Las cifras de embarazo
precoz son preocupantes. El problema, que afecta con mayor fuerza a las jóvenes
de menores ingresos y educación, es también un generador de pobreza porque
limita las oportunidades de educación y progreso de las jóvenes madres y sus
hijos.
¿Qué hacer
al respecto? En general, cuando se discute el tema, se suele decir que la
solución pasa por asegurarse que las jóvenes completen el bachillerato, es decir,
más educación. Sin embargo, dos estudios recientes aportan nuevos ingredientes
al debate. El primero, hecho por el Banco Interamericano de Desarrollo,
titulado El fracaso educativo: embarazos para no ir a clases, argumenta que
jóvenes que enfrentan obstáculos y desmotivación para la superación académica
optan por quedar embarazadas para dejar la escuela.
Según esta
investigación, muchas jóvenes no encuentran razones para seguir estudiando; en
parte por la baja calidad de la educación que reciben, y en parte porque no
creen que esa educación efectivamente les brindará mejores oportunidades en la
vida. Ante este panorama, muchas de las adolescentes entrevistadas razonaban
que un embarazo precoz era una opción racional y no una metida de pata. Al no
verle el queso a la tostada a la educación, las adolescentes ven al embarazo
como una elección válida.
El segundo
estudio es del economista Robert Jensen (UCLA), quien tras realizar trabajos de
campo en la India, concluyó que una mejora de las oportunidades laborales para
los jóvenes terminaba convirtiéndose en un incentivo para que las muchachas
pospusieran por unos años el matrimonio y los embarazos. Dicho de otro modo, al
tener mejores oportunidades de trabajo a su alcance, las mujeres jóvenes
buscaban sacar ventaja a estas opciones, postergando la maternidad.
Sin duda el
tema es complejo, pero ambos estudios apuntan a la misma dirección: mejorar las
oportunidades disponibles para nuestros jóvenes puede ayudar a disminuir la
tasa de embarazos en adolescentes. No es sólo dar más educación, sino dar una
educación de calidad y ofrecer a los jóvenes un camino claro hacia mejores
empleos.
Fuente: Talcual Digital
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